LOS AÑOS EN CONGELACIÓN —Para ser un hombre de setenta anos, te encuentras en muy buenas condiciones —observó el doctor Glazunov, mientras alzaba la vista de la salida impresa final de la Medcomp—.
No te habría echado más de sesenta y cinco. —Me alegra oír eso, Oleg… en especial considerando que tengo ciento tres, como sabes perfectamente bien. —¡Otra vez con eso! Cualquiera pensaría que nunca has leído el libro de la profesora Rudenko.
—¡Querida, entrañable, Katerina! Habíamos planeado encontrarnos en su centésimo cumpleaños. ¡Me dio tanta pena que no llegara a esa edad…! Ése es el resultado de pasar demasiado tiempo en la Tierra. —Irónico, ya que fue ella quien acuñó ese famoso lema, «la gravedad es la portadora de la ancianidad».
El doctor Heywood Floyd contempló, meditabundo, el siempre cambiante panorama del hermoso planeta, situado a tan sólo seis mil kilómetros y sobre el cual nunca podría volver a caminar. Resultaba aún más irónico que, a causa del accidente más estúpido de su vida, Floyd siguiese gozando de una excelente salud, cuando todos sus antiguos amigos ya estaban muertos…