Arreador de cometas, El capitán Dimitri Chandler [M2973.04.21/93.106// Marte//Acad Espacial3005] —o “Dim” para sus amigos más apreciados— estaba comprensiblemente molesto: el mensaje de la Tierra había tardado seis horas en llegar al remolcador espacial Goliath, que aquí estaba más allá de la órbita de Neptuno.
Si hubiera llegado diez minutos más tarde, Chandler podría haber respondido: —Lo siento, no puedo partir ahora: acabamos de empezar el despliegue de la pantalla solar. La excusa habría sido perfectamente válida: envolver el núcleo de un cometa con una lámina de película reflectora de nada más que unas moléculas de espesor, pero de kilómetros de lado, no era la clase de trabajo que se podía abandonar cuando estaba semicompletado.
Así y todo, sería buena idea obedecer esa ridícula solicitud: a Chandler ya no lo apreciaban en las regiones que daban hacia el Sol, aunque no por culpa de él. La recolección del hielo de los anillos de Saturno y su posterior acarreo hacia Venus y Mercurio, donde se lo necesitaba realmente, había comenzado en la década del 2700: tres siglos atrás.